Lluvia ácida

Tú me dejaste en la insolencia de las breves mentiras
en la arbitrariedad de los extremos
en una calle sin salida.

Tan monosilábico, sin metonimia
sin canto, sin sinfonía
Sin nada que apriete
sin nada que sostenga.

Y de repente nos vemos de vuelta
pisando los besos de papel
las hemorragias de feligresías
los votos, las castidades
la acumulación de antigüedades.

Ya no morimos el uno por el otro
Olemos a libros viejos
amarillentos y con las hojas a medio caer.
Ya no gastamos en alzarnos la voz
ni siquiera para decir nuestros nombres
Ya no regresamos la mirada a las sábanas
ni para medir los resultados.

Solo vamos dando vueltas 
solos
crispados de ternura y de miedo
con las manos tapadas de tanto frío
y el aceite de nuestras velas cayendo a prisa por nuestras sombras,
contando los sonidos que restan la infinitud
quemando todas las plegarias.

Sin correr, nos derretimos
y por el piso el deseo intenta una mala pasada,
una jugarreta a tientas para devolvernos el antifaz.
Yo solo se que  no quiero tu paganismo
Ni tú mi cruel estoicismo.

Y a los cinco segundos, la lluvia ácida se hace cuerpo.
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