Radioteatro ¿por qué?

“El drama es vida, expresión de vida”[1]. El cambio, el movimiento, históricamente, siempre nos ha interpelado.  La acción nos atrae y he aquí donde reside nuestra esencia dramática.  Sí, trajinamos en vidas propias y vidas ajenas, en emociones y sensaciones, en la alegría y en la tristeza y en todo aquello que nos hace y que ni siquiera las palabras podrían definir.  




La radio no puede olvidarse de ser humana, de ser portavoz de aquello que somos. La radio no puede perder el arte.  “La radio está en condiciones de potenciar su capacidad estética y artística”, como diría Ricardo Haye.  El arte es eso sensibilidades y quizá por eso el género dramático sea el mejor representante del lado artístico de la personalidad radiofónica.

Porque aun cuando es un género en desuso, es el que más ha desarrollado lo creativo de la producción radial.  Tanto para dar cuenta de las realidades sociales, de los discursos, como para entender lo poética que puede ser en sí misma.  Lo recursiva e inagotable.   “El arte sigue manifestándose como medio apto para sostener un equilibrio entre el hombre y el mundo que le rodea[2]

Así como en varios países de América Latina y del mundo, el radioteatro también se asentó en Quito.   Tuvo su propia historia, su propia estética y su propio discurso.   De allí que resulte importante, entender los procesos del radioteatro, descubrir sus formas primigenias, sus principales pasiones y saber si aún existen sus huellas.   No se trata de un simple ejercicio de memoria, de ayer y hoy, sino de conflictuar y  cuestionar la producción radiofónica de hoy.

“La radio debe sugerir su condición de medio en continuado, que siempre está ahí y al que siempre se puede volver”.





[1] LÓPEZ Vigil, José Ignacio, Manual urgente para radialistas apasionados, CIESPAL, Quito, 1997, pág. 213
[2] HAYE, Ricardo, El arte radiofónico, Ed. La Crujía, Buenos Aires, 2004, pág.  21


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