240 horas para poner en tierra lo aprendido
Tras cinco años de pasar entre las aulas, la biblioteca y el bar, la vieja rutina termina. Las pruebas y los exámenes ahora se rinden en medios de comunicación, empresas, instituciones y organizaciones, en un período de 240 horas que compone la práctica pre-profesional.
Dos conceptos se interceptan: cantidad y calidad, teoría y práctica. Aunque, el tiempo de pasantía, como también se lo conoce, es inferior comparado con las jornadas en las aulas, lo que importa es aplicar y “vivir” lo aprendido y lo no aprendido. Significa aprender haciendo.
He aquí una vieja discusión, un dualismo que no puede ser separado y que por el contrario, se alimenta de lado y lado: teoría y práctica. Para los escolásticos, y uno de los máximos representantes Santo Tomás de Aquino, la ciencia se sintetizaba en que “la teoría por simple extensión se hace práctica; lo que es la afirmación de la necesaria conexión entre el orden de las ideas y el de la acción”.
Para muchos, la teoría es tiempo perdido y la práctica es lo “más pesado”. A simple vista, podría coincidirse con este punto de vista. Pero, es necesario pensar que para “hacer”, “experimentar” y para “descubrir”, hacen falta conceptos con los cuales operar. Horizontes desde donde se va a observar y pensar.
Se trata de tener una caja de herramientas para conocer y construir. Por ejemplo: ¿Qué hubiese sucedido en la historia de la física si cualquiera de nosotros hubiese visto caer un fruto hacia el centro de la tierra como le sucedió a Isaac Newton? Simplemente nada.
No se trata solo de la experiencia que se imprime en nuestra tabula rasa como lo pretendían los empiristas, sino de que, para dar cuenta de una experiencia, o de un objeto de estudio hace falta un lugar desde donde procesar la materia prima, es decir se necesita de la teoría.
Por ello, para que Newton pueda formular su “Ley de la gravitación universal” en 1685, conceptos como “trayectoria de la curva”, “fuerza centrífuga” y “tangente”, fueron armas imprescindibles del científico inglés.
Así también, nosotros como comunicadores sociales trabajamos nuestro “hoy práctico”, en función de un “ayer teórico”. Ayer, que se reactualiza con el quehacer diario. Es decir, aplicamos los conceptos como “lead”, “antetítulo” para realizar una nota informativa, pero nos alimentamos al mismo tiempo de la situación que se impone. Si se trata de un hecho judicial, tendremos que “en la marcha”, saber sobre leyes y lenguaje jurídico básico.
Uno de los mayores conflictos que se puede vivir en el terreno de la “empiria” laboral, tiene que ver con la ética. Encontrar nuestra identidad profesional, en palabras de Javier Restrepo, un periodista colombiano dedicado a ésta área pérdida, que se busca y a menudo no se encuentra. Ese es el dilema.
Nuestro objeto a pulir son los hechos, la información en bruto y he ahí la crisis existencial profesional. Como afirma el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, el periodista deber ser “un hombre abierto a otros hombres, a otras razones y a otras culturas, tolerante y humanitario”.
Fácil es decirlo, lo difícil es hacerlo. Más allá de lo técnico, lo más complejo de integrarse al mercado laboral en el sector de la comunicación, es tener claro ¿qué se quiere encontrar y cómo se lo va hacer? Aunque, la mayoría salimos con esa necesidad de hallar la verdad, es complicado emprender la ruta adecuada para verla cara a cara.
Es quizá una utopía, un lugar imposible, pero más vale ser como decía José Martí: “un ser digno y libre, independiente y sabio, conocedor de los demás y de sí mismo, a la par instruido e inspirado…”
De a poco, vamos colocando pieza por pieza en nuestro rompecabezas profesional. Es por eso, que la pasantía es una oportunidad para tener más claras las dos caras de una misma moneda. Sin experiencia se olvida todo y sin teoría no se completa el aprendizaje.
Dos conceptos se interceptan: cantidad y calidad, teoría y práctica. Aunque, el tiempo de pasantía, como también se lo conoce, es inferior comparado con las jornadas en las aulas, lo que importa es aplicar y “vivir” lo aprendido y lo no aprendido. Significa aprender haciendo.
He aquí una vieja discusión, un dualismo que no puede ser separado y que por el contrario, se alimenta de lado y lado: teoría y práctica. Para los escolásticos, y uno de los máximos representantes Santo Tomás de Aquino, la ciencia se sintetizaba en que “la teoría por simple extensión se hace práctica; lo que es la afirmación de la necesaria conexión entre el orden de las ideas y el de la acción”.
Para muchos, la teoría es tiempo perdido y la práctica es lo “más pesado”. A simple vista, podría coincidirse con este punto de vista. Pero, es necesario pensar que para “hacer”, “experimentar” y para “descubrir”, hacen falta conceptos con los cuales operar. Horizontes desde donde se va a observar y pensar.
Se trata de tener una caja de herramientas para conocer y construir. Por ejemplo: ¿Qué hubiese sucedido en la historia de la física si cualquiera de nosotros hubiese visto caer un fruto hacia el centro de la tierra como le sucedió a Isaac Newton? Simplemente nada.
No se trata solo de la experiencia que se imprime en nuestra tabula rasa como lo pretendían los empiristas, sino de que, para dar cuenta de una experiencia, o de un objeto de estudio hace falta un lugar desde donde procesar la materia prima, es decir se necesita de la teoría.
Por ello, para que Newton pueda formular su “Ley de la gravitación universal” en 1685, conceptos como “trayectoria de la curva”, “fuerza centrífuga” y “tangente”, fueron armas imprescindibles del científico inglés.
Así también, nosotros como comunicadores sociales trabajamos nuestro “hoy práctico”, en función de un “ayer teórico”. Ayer, que se reactualiza con el quehacer diario. Es decir, aplicamos los conceptos como “lead”, “antetítulo” para realizar una nota informativa, pero nos alimentamos al mismo tiempo de la situación que se impone. Si se trata de un hecho judicial, tendremos que “en la marcha”, saber sobre leyes y lenguaje jurídico básico.
Uno de los mayores conflictos que se puede vivir en el terreno de la “empiria” laboral, tiene que ver con la ética. Encontrar nuestra identidad profesional, en palabras de Javier Restrepo, un periodista colombiano dedicado a ésta área pérdida, que se busca y a menudo no se encuentra. Ese es el dilema.
Nuestro objeto a pulir son los hechos, la información en bruto y he ahí la crisis existencial profesional. Como afirma el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, el periodista deber ser “un hombre abierto a otros hombres, a otras razones y a otras culturas, tolerante y humanitario”.
Fácil es decirlo, lo difícil es hacerlo. Más allá de lo técnico, lo más complejo de integrarse al mercado laboral en el sector de la comunicación, es tener claro ¿qué se quiere encontrar y cómo se lo va hacer? Aunque, la mayoría salimos con esa necesidad de hallar la verdad, es complicado emprender la ruta adecuada para verla cara a cara.
Es quizá una utopía, un lugar imposible, pero más vale ser como decía José Martí: “un ser digno y libre, independiente y sabio, conocedor de los demás y de sí mismo, a la par instruido e inspirado…”
De a poco, vamos colocando pieza por pieza en nuestro rompecabezas profesional. Es por eso, que la pasantía es una oportunidad para tener más claras las dos caras de una misma moneda. Sin experiencia se olvida todo y sin teoría no se completa el aprendizaje.